Exposición
Más cuentos Pintaos

2003 Bogotá

En el año 2003 recibí la invitación de la Universidad Jorge Tadeo Lozano para hacer parte del ciclo de exposiciones conmemorativas a la Expedición Botánica en Colombia. Se organizó una exposición colectiva cuyas obras pertenecen ahora a la universidad y una exposición individual de tema libre, en la cual participé con estos siete cuentos pintados.

La serpiente de tierra caliente y las candelillasAcrílico cobre madera. 87 x 52 cms

El abejorro del gorro y las vacasAcrílico cobre madera. 87 x 52 cms

PanchaAcrílico cobre madera. 87 x 52 cms

Alberto y los pájaros zancudoAcrílico cobre madera. 87 x 52 cms Ver cuento

Maria palitos y los corales cerebroAcrílico cobre madera. 87 x 52 cms

El grillo desentonadoAcrílico cobre madera. 87 x 52 cms

Élla, Él y la LunaAcrílico cobre madera. 87 x 52 cms

La serpiente de Tierra caliente y las candelillas

Una serpiente de tierra caliente quería que su cola iluminara como las candelillas y por eso cazaba cuanta candelilla veía. Creía que necesitaba comer muchas para que la luz llegara hasta su cola.

Sus amigas serpientes le decían que estaba muy flaca porque las serpientes no comen candelillas sino ratones o pájaros porque de lo contrarío se desnutrían. Pero la serpiente de tierra caliente no prestaba atención, estaba decidida a tener su cola luminosa y seguía llenándose de candelillas. .

Vanidosa, vanidosa, le decían. .

Un día llegó al patio de una casa donde había un bombillo encendido y muchas candelillas revoloteando cerca de él…


El grillo desentonado

En un jardín de rosas, lloraba un grillo verde limón porque cantaba terriblemente mal, los otros grillos de la banda se negaban a tocar con él porque les producía jaqueca y al pobre le tocaba cantar solo y escondido entre las ramas del rosal.

Las rosas se aguantaban sus alaridos porque ante todo era un grillo muy chévere y además se esforzaba mucho para entonar, pero nunca le atinaba a la nota correcta.

Una de las rosas conocía a un buen profesor de canto y solfeo, pero como era un ruiseñor y los ruiseñores comen grillos, le dijeron que las clases eran para el pequeño botón mientras el grillo se ocultaba entre sus pétalos y durante muchas noches el ruiseñor dio clases al grillo, creyendo que su alumno era la flor.

El botón de rosa acabó cantando mejor que Marta Senn, pero el grillo, aunque intentaba e intentaba, nada que entonaba. El ruiseñor cansado ya de tanto berrido se dio por vencido y se marchó...

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Alberto y los pájaros zancudo

Con una mano en el bolsillo
y la otra jugando con un cerillo,
iba caminando Alberto
en sus pensamientos inserto.

Silbaba una tonada moderna,
mientras veía su roto zapato,
su barriga sonaba como caverna
de aguantar hambre tanto rato.

A la punta de su dedo desnudo
una pluma dorada del cielo cayó,
pertenecía a un pájaro zancudo,
al que en pleno cortejo se le aflojó.

Alberto observó atento,
a la flaca ave divisó,
y un pensamiento cruento
en su estómago se forjó.

Ya veía al pájaro zancudo
rábano en pico bañadito de sazón
y así calculó concienzudo
timo, captura, adobo y tazón.

Resignado el pájaro por su pluma perdida,
que en el chaleco de Alberto resplandecía
no muy atento permaneció en una rama,
mientras Alberto su almuerzo planeaba.

Una varilla de PVC que había en el suelo,
le sirvió para poner un bodoque al vuelo,
el pájaro en la pájara estaba pensando
cuando el proyectil le pasó rozando.

Se lanzó con furia al verse atacado
Alberto espantado no lo esperaba,
peluquín y garras se habían enredado
dejando su cabeza toda pelada.

Se posó el pájaro de nuevo en la rama,
muerto de risa al verle a Alberto la cara
cubriendo en vano su flamante calva,
que brillaba tenue bajo la luz del alba.

Tras burlarse un rato de su cazador
el ave propuso un trato conciliador:
- Yo te devuelvo el peluquín,
si tú me traes uno color carmín

Que se ajuste a mi cabeza,
que realce toda mi belleza,
necesito un toque elegante,
¡ La pájara me verá radiante!

Alberto ante la insólita propuesta,
apeló a su malicia siempre dispuesta:
-En carmín dices que lo quieres?
un color azulado no prefieres?

Sin mi peluquín no podré comprarlo
si quieres el tuyo, el mío debes arrojarlo
y organizaré para ti una bella velada,
¡dejarás a la pájara toda enamorada!

El pájaro lanza el postizo confiado
y se va a casa muy emocionado.
Limpia sus plumas, cambia el decorado
y aguarda feliz el momento acordado.

Al día siguiente en la rama esperó
Alberto con el mini peluquín apareció
- ¡Has cumplido! Lánzalo para probarlo.
- Ahí va ¡Ojo no vayas a despeinarlo!

Cerca de allí, en un frondoso prado,
con velas, alpiste y un manto robado,
la velada del pájaro Alberto arregló
y el ave sonriendo a su pájara esperó.

Ella llegó sin demora y muy dispuesta,
el pájaro presumió de su nueva cresta,
ella le da un besito por buenmozo
y disfrutan de un rato lleno de gozo.

Pero el alpiste con somnífero suero,
dejó a los pájaros en inconsciente estado,
Los guarda Alberto en un saco de cuero
y se los lleva con él para el mercado.

Allí hurtó dos rábanos y un tomate,
un sobre de pimienta y un aguacate.
Y relamiéndose llegó a su casa,
poniendo al fuego una enorme taza.

Se le aguaba la boca, sus manos frotaba,
mientras almuerzo con prisa montaba,
sus dientes crujían, sus tripas chillaban…
¡Pero al vaciar el saco los pájaros no estaban!

En su lugar halló un montón de polvo dorado
y una hoja en donde estaba consignada,
una frase que dejándolo hambriento y helado,
le enseñó que con el engaño no se saca nada.